Viernes, 5 de Abril del 2013 - 14:05:51
Carlos Montero
En raras
ocasiones se puede ver en el mercado financiero un ejercicio de sinceridad tan
abrumador, como el que ha realizado Bill Gross, el cofundador del mayor fondo
de bonos del mundo, en su último informe de inversión.
Es difícil entender la razón por
la que este prestigioso gestor se pronuncia en estos términos. Difícil de
entender, pero muy reconfortante su sentido de autocrítica. Estas son sus
palabras:
Al cuestionar inicialmente si soy un gran inversor, abro la puerta para preguntar si otros iconos públicos
igualmente respetados como Bill Miller,
también lo son. Tal vez sea porque cuanto más tiempo se mantenga uno en este
negocio, más tiempo expone su talón de Aquiles, donde quiera que esté. El ex
gestor de Fidelity Peter Lynch, era ciertamente brillante en un aspecto: sabía
cuándo salir cuando la entrada era buena. Cómo habría sobrevivido su filosofía
de “comprar lo que usted conoce mejor” a la burbuja puntocom, al crash de
Lehman, o a las hipotecas subprime, es otra cuestión Al cuestionar inicialmente si soy un gran inversor, abro la puerta para preguntar si otros iconos públicos
Así que el tiempo y la duración debe ser una consideración fundamental en cualquier comprobación objetiva de la "grandeza" en este negocio. ¿10 años, 20 años, 30 años? ¿Cuántas monedas tienes que lanzar al aire antes de que una serie de caras empiecen a sugerir que debe ser una moneda de una sola cara que ponga las probabilidades a largo plazo claramente a favor de una persona? Debo decirles, que después de 40 años de éxito, yo todavía no sé si yo o PIMCO tenemos esa cualidad. No sé la razón por la que alguien, incluyendo al inversor más estimado de todos los tiempos, Warren Buffet, está en ese lugar de éxito y por qué.
La inversión y el éxito son vistos desde un punto de vista cíclico o secular, pero incluso ese periodo de tiempo más largo puede ser demasiado corto. Ya seas un inversor top-down o bottom-up en bonos, acciones o fondos de inversión, el análisis convencional tiende a juzgar a un inversor o su empresa sobre la base de los aspectos alcistas o bajistas del ciclo que ellos gestionaron. ¿Deshicieron sus posiciones en el momento adecuado? ¿Compraron acciones de crecimiento en los suelos? ¿Compraron acciones de valor al precio justo? ¿Vendieron antes de que se alcanzara un techo? Si los números muestran un alfa bastante consistente con unos ratios de riesgo más bajos que el promedio, el salón de la fama de la inversión puede estar a la vuelta de la esquina. Claramente la capacidad del inversor para adaptarse a las “cuatro estaciones” del mercado, debería ser la prueba suficiente para comprobar que existe algo más que el factor suerte. Y si esas cuatro estaciones abarcan un número de ciclos alcistas y bajistas en varias décadas, la confirmación o coronación vendría poco después. Primero como un experto, después como un mago y por último como un Rey.
Pero permítanme admitir algo. No hay un Rey en el mercado de bonos o de acciones, ni un Soberano de la Inversión, que pueda reclamar un trono. Todos nosotros, incluso los viejos compañeros como Buffet, Soros, Fuss, sí…y yo también, han afilado los dientes durante quizás el período más ventajoso de la historia, la época más atractiva que un inversor pueda experimentar.
Desde la década de 1970, cuando el dólar se liberó del oro y el crédito comenzó su increíble viaje de licuefacción, la rentabilidad total a día de hoy de un inversor que tuvo un riesgo marginal, apalancado con sabiduría y protegido convenientemente frente a los periódicos ataques de desapalancamiento y de caídas de los activos, podría haber sido recompensada con la corona de “grandeza”. Fue la época que hizo a los hombres, en comparación con los hombres que hicieron época.
La época que llevó a los rendimientos obtenidos por nuestros reyes de la inversión, ha sido una era de expansión crediticia. La verdadera prueba vendrá cuándo una nueva era amanezca.
La época de PIMCO, la época de Berkshire Hathaway, la época de Peter Lynch, se ha producido en una era expansiva del crédito, un período de venta de volatilidad, de inclinación al rendimiento y al mayor riesgo. Pero, ¿qué pasa si esa época cambia? ¿Qué pasa si la expansión perpetua del crédito y el efecto en el precio de los activos, se modifica sustancialmente? ¿Qué pasa si la época de tipos cero que ha llevado a los bonos a un callejón sin salida finaliza? ¿Qué pasa si nos enfrentamos en el futuro a un escenario de confrontación geopolítica global por la búsqueda de recursos naturales escasos como el petróleo, el agua, la comida, como sugiere Jeremy Grantham? ¿Y si sufrimos los efectos del cambio climático, el envejecimiento de la población, o la globalización? ¿Qué pasaría si las políticas de flexibilización cuantitativa colapsan en vez de elevar los precios de los activos? Eso sí sería una prueba de grandeza: la capacidad de adaptación a una nueva época.
Lacartadelabolsa
Roberto Guadalupe, Análsis de
Acciones de Wall Street.
Fuente : Capital Bolsa